Un libro muy difícil de conseguir en lengua castellana acaba de aparecer en la Argentina. Es uno de los más enjundiosos ensayos del P. Malachi Martin, autor de Los Jesuitas, Vaticano, El Último Papa, entre una extensa obra que oscila entre el ensayo y ficción.
Malachi Martin
Las Llaves de Esta Sangre
Laser Press, México, 1991
696 páginas
Lo mismo que Los Jesuitas, Las Llaves de esta Sangre es un “ladrillo”, como se dice en la jerga editorial. Un libro voluminoso y de lectura a la que hay que ponerle esfuerzo. No puede el lector imaginar que va a quedar atrapado por la historia novelada del pontificado de Juan Pablo II como en El Último Papa.
Martin trata aquí el replanteo de fuerzas que se da en el mundo a partir de los años ’70 y ’80. El Card. Woytila hablaba de estos temas en los EE.UU. ante selectas concurrencias, meses antes de llegar al pontificado. Y de hecho sus proyecciones del “nuevo mundo uno” parecen haberse ido cumpliendo.
El pontificado de Juan Pablo, con su más de un centenar de viajes al exterior, pretendía, según el autor, establecer a la Iglesia como una potencia de primer orden en la geopolítica mundial. Y jugar el juego de las potestades políticas antes que ser el peñón inconmovible de la verdad y la administradora de las gracias.
Largos ensayos tratan sobre estos temas con información y análisis detalladísimo. Sin embargo, Martin ha querido finalizar su libro con una escena de novela, que tituló Guión: El Consistorio. En ella relata un imaginario consistorio de Cardenales en el que el Santo Padre (denominado ahora Papa Waleska) reúne a sus 153 cardenales y hace un tremendo mea culpa por los errores de su gobierno, tras describir el catastrófico estado de la Iglesia universal.
Inmediatamente realiza el anuncio de un “Plan papal” de salvación de la Iglesia, por medio del cual destituye a toda la Curia Romana, disuelve las conferencias episcopales, expulsa sin apelación posible a un número de eclesiásticos del seno de la Iglesia y restituye la vigencia del rito tridentino junto con el novus ordo en latín, convenientemente depurado de su orientaciones luteranas.
Anuncia la revisión de los textos conciliares y da por inválidas todas las sanciones a los movimientos tradicionalistas a la vez que pide la adhesión de su colegio cardenalicio en la empresa.
Luego de dirigirse al altar mayor de la Basílica, espera en oración. Lo han seguido todos los cardenales, pero no con la misma disposición. Allí, después de largos minutos, un anciano cardenal chileno se acerca al papa, le habla al oído y se desploma a sus pies para besar las sandalias del pescador y luego el anillo. El gesto es tan impresionante que un tercio de los cardenales lo imitan. El resto se retira si prestar homenaje al Papa.
Las posiciones han sido definitivamente absueltas. Y los bandos claramente delimitados. Ahora viene la tarea de la restauración.
Esta es la única parte de ficción de todo el libro.